Literatura, mi amor.

Creo fervientemente que antes de leer a los, ahora ya consagrados, clásicos de la literatura latinoamericana uno debe tener el corazón abollado, una mente perspicaz y el alma maleada.

Para entender las desgarradoras historias que se cuentan a través de bellas composiciones y brillantes frases -que abruman y entristecen a todo aquel que se atreve a adentrarse en ellas- es preciso haber tenido el corazón roto. Así sin más, el desamor y la madurez emocional que éste conlleva son la clave para adentrarse en la literatura.

Hace 6 años más o menos leí Pedro Páramo, no me gustó. Hace una semana volví a leerlo y lo disfruté inmensamente. Me avergoncé al darme cuenta que gran parte de la historia y los personajes ni siquiera los recordaba. Así llegué a la conclusión de que había sido muy osado de mi parte pretender leerlo cuando todavía era, en muchos sentidos, una niña. Que además había vivido en una preciosa burbuja que se encargaba de distorsionar la grosera realidad. 

Todavía siento que soy una párvula, pero una que ahora al menos es consciente de su realidad  y que ha adquirido la habilidad de disfrutar y re interpretar las fantásticas historias que surgieron de ingeniosas plumas hispanohablantes. 

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