My baby is growing up

Hoy recibí una llamada de uno de mis mejores amigos. Lo conocí en la universidad. Al igual que yo había decidido dejar atrás la comodidad de la casa paterna para estudiar en la gran ciudad; así que de alguna manera crecimos juntos. Nos cuidamos el uno al otro en innumerables ocasiones, nos ayudamos a no caer en las trampas y promesas falsas que la metrópoli gusta de tender a la ilusa juventud. Hubo días en que reímos hasta quedarnos sin aliento y otros en los que ni siquiera se nos antojó mirarnos. Viajamos, probamos cosas nuevas, peleamos y escuchamos atentamente los sueños y miedos que nos atrevimos a decir en voz alta. Conocimos a los amores que ambos juramos que serían para toda la vida y sé que no habría podido superarlos si él no hubiera estado ahí para ayudarme a empezar de nuevo. De hecho, gracias a él más de una vez tuve el valor para seguir adelante. 
Hoy me dijo que se va de la ciudad y mi corazón se partió en dos. Una mitad está feliz porque se hizo realidad su más grande sueño académico; la otra está destrozada porque sé que a partir de ahora cada vez será más difícil verlo. Es la mitad que lo odia porque se va pero que lo odiaría aún más si se perdiera esa oportunidad. Soy una egoísta que deseaba seguir junto a él muchos años más, una que lo quiere y que espera verlo triunfar por encima de todos, incluso de mí. 

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